martes, 29 de enero de 2019

Las botas





Vincent Van Gogh - “Un par de botas” (1886) 



El hombre de la camisa gris lleva en sus ojos el reflejo del condenado a muerte. No paran de lloverle recuerdos en el corazón. De los de antes de su partida, de cuando él aún sabía reír.

Ellas siguen ahí debajo de esa silla, solas y abandonadas. El no retira la vista del par de botas, mirando sin verlas. Se reconoce en ese cuero gastado y deslucido, que a modo de espejo refleja su rostro ajado y triste. La derecha aguanta la suela levantada, como su barbilla altiva y firme de antaño. La izquierda tiene la puntera combada y él distingue su mentón cabizbajo y vencido de ahora. Los agujeros vacíos sin cordones se convierten en sus ojos sin brillo y llenos de espanto. El miedo que siente carece de buena memoria. El hombre lo aprende de nuevo cada vez que vuelve y siempre se asusta.

Contempla el par de botas y el cristal de la ventana le devuelve su cuerpo derrotado, sentado al borde de la cama con los pies colgando solos y desnudos. Las manos tapando sus oídos, moviendo la cabeza de manera torpe y brusca. Desde la otra esquina de la solitaria habitación se puede oír el estallido de las bombas.


Yolanda Tejero


sábado, 27 de octubre de 2018

Noche de oficina




Piso la moqueta verde con mis pequeños zapatos de salón que me aprietan vorazmente pero me dan una seguridad que no tengo, mis 18 años no me lo facilitan mucho. Voy embutida en ese vestido azul de inocente cuello blanco y ceñido varios pasos más allá de la leve insinuación. Me gusta apoyarme en el viejo archivador marrón cuando busco o guardo papeles. En silencio te reprocho tu indolencia. Desde aquí te contemplo, veo tu cabeza rodeada de esa nube perenne de gravedad, mientras estudias los documentos del nuevo proyecto. El teléfono en tu mesa suena estridente y con gesto educado me pides que conteste. Descuelgo y te miro con los ojos cargados de rímel y los labios saturados de rojo. No es el Sr.Hopper, sé que es la llamada que esperas, entonces niegas con el dedo y yo cumplo tu orden e invento una buena excusa para no pasarte. Hoy no ha telefoneado, hay días que lo hace varias veces. Siempre es muy simpático al otro lado del receptor.

Recojo los documentos que debo mecanografiar, me siento en la pequeña mesa y tecleo deprisa. Los revisas y me los devuelves con toda cortesía cuatro veces seguidas. Eres un jefe exigente y perfeccionista. El borrador deja huella en el papel. Me explicas los motivos de la importancia de una buena presentación. Llamas para que nos traigan café y descansamos unos minutos. Me regalas un cumplido por mi nuevo peinado y dices que me favorece mucho y resalta mis ojos. Hablamos de todo un poco, me cuentas el último estreno de Brodway, "Anything Goes" de Cole Porter. Pones tanto ímpetu, que casi oigo su piano y las voces de los actores. Con las últimas anécdotas y salidas de tono de los jefazos de la junta de ayer haces una comedia de humor inglés.

Te admiro más que esta mañana y seguro menos que al final de la noche, mientras tú me miras con afecto. Tal vez hoy me acompañes como otras tardes hasta la parada del bus. Ya se ha hecho muy tarde, puede que incluso me lleves a casa.


Terminamos el último donuts y continuamos la tarea. Es de noche y enciendes además la lámpara verde de tu mesa. Han pasado un par de horas y sigo tecleando. Se oye el ruido monótono de las teclas mezclándose ahora con unos pasos ya cercanos, alguien se asoma y toca levemente el cristal. Levantas la cabeza y tus ojos en un instante son un espejo fiel de sorpresa y deseo. Ya en pie vas hacia la puerta con los brazos abiertos, él pasa elegante con el sombrero en la mano y una sonrisa cómplice.


Os dais un masculino e intenso abrazo. No he dejado de contemplaros detrás del balcón de mi máquina de hierro. Os separáis y feliz me presentas al Sr. Hopper, sin disimular tu alegría, me dices que ya es muy tarde y que puedo marcharme. Termino la hoja que tengo a medias en el rodillo, recojo y salgo del edificio. Camino hasta la parada con mis pies doloridos, mis labios ya sin carmín y el rímel diluyéndose por mis mejillas.


Yolanda Tejero


Edward Hopper - "De noche en la oficina" (1940) 






sábado, 24 de marzo de 2018

Oferta




O que tenho para te dar? Uma gramática de sentimentos,
verbos sem o complemento de uma vida, os substantivos
mais pobres de um vocabulário íntimo -o amor, o desejo,
a ausência. Que frase construiremos com tão pouco?
A que léxico da paciência iremos roubar o que nos falta?

Então, ofereço-te uma outra casa. As paredes têm a
consistência do verso; o tecto, o peso de uma estrofe.
Abro-te as suas portas; e o sol entra pela janela de
uma sílaba, com o seu fogo vocálico, como se uma
palavra pudesse aquecer o frio que te envolve.

E pergunto-te: que outras palavras queres? A música
sonora de um ócio? O espesso manto com que o veludo
se escreve? O fundo luminoso do azul? Poderia dar-te
todas as palavras na caixa do poema; ou emprestar-te
o canto efémero em que se escondem do mundo.

Mas não é isso que me pedes. E a vida que pulsa
por entre advérbios e adjectivos esfuma-se depressa,
quando procuramos seguir a linha do verso. O que fica?,
perguntas-me. Um encontro no canto da memória. Risos,
lágrimas, o terno murmúrio da noite. Nada, e tudo.


Nuno Judice 

Leyenda en mi memoria






En el doble fondo de un cajón escondida
En el olvido de mi memoria brotaba 
Una lista con mis estrafalarias demandas
Para un amante que tal vez se asomó 
De una imagen desvaída le doy forma en sueños
Y en voz alta mientras duermo
Desgrano condiciones por acaso me escuchara
Por si la noche le empujara cerca de mi camino
Antes de llegar y cruzarnos las miradas
Ruego que traiga algunos deberes hechos:
Que plante algunas palmeras en la Luna
Que me traiga a la vuelta el Mar de la Tranquilidad
Que siembre mil luciérnagas en mis ojos
Que suelte mariposas suficientes para su estomago y el mío
Que plante abundante hiedra para que nos enrede con nudos flojos
Que no aprieten
Que no rompan alas
Que aprenda a desbrozarme el corazón y tenga un pecho mullido
Que sea la almohada de mi cabeza confundida
Que traiga música de pianos, trompetas, violines y saxos
Que tapen los ruidos estridentes
Que ahogue los ladridos de mi miedo
Que guarde  mi rostro en el hueco de la palma de su mano
Que sea el cuenco de mis lágrimas saladas
Que me desnude con ternura casi toda el alma solo con su mirada
Que avive los rescoldos de pasión cada día lentamente  y sin descanso
Que me abroche con viento fuerte, brisa suave y olas de  agua fresca
Que pueda amarme siempre en otras si no estoy yo
Que no patee en mis errores ni hurgue en mis heridas
Que abandone su escondite en el doble fondo del cajón de mi memoria


Yolanda Tejero

domingo, 27 de agosto de 2017

Pongo a tu disposición






Pongo a tu disposición 
El cuento permeable de mi vida
En todas sus épocas, pasadas y futuras

Siéntete libre para leerlo
Para aclarar dudas
Para matar tu tiempo
El que te sobra
El que te falta
El que te roban

Está escrito entre niebla espesa
De telarañas viejas
Entre ellas adivino tus cabellos blancos
Y el viento quieto que trae tu voz  
Con versos de esperanza muerta

He escrito el extracto de este tiempo
Con mis días cotidianos
con mis amores de sosiego
con mi placebo de felicidad
con mi desesperación
con un final abierto
mi cuento queda a tu disposición.



Yolanda Tejero



Penélope






Temprano deja a su hijo en cuna ajena
Ordena tres sardinas exactas por minuto
Mientras las latas se deslizan por la cinta
Sus pensamientos se adormecen
Entre olor a pescado y ruidos en cadena
Espera, espera, espera….
En la playa mil gotas de olas le salpican
Sus lágrimas sordas se mezclan con la arena
Hilos de algas las engarzan saladas
Trenzan cuitas y alegrías
Ulises se marchó a pescar lejos de Ítaca
Espera, espera, espera….
Por la mañana azul
Por la tarde dorada
Por la noche negra
Penélope joven
Espera, espera, espera…
Pescadores de bajura rodean su casa
En su cama yacen oscuros
Placer obsceno en su cuerpo
Lealtad intacta en su corazón
Mientras Ulises demora y demora
Penélope espera, espera y espera.

Yolanda Tejero




sábado, 3 de septiembre de 2016

Poema de Wislawa Szymborska





Despedida de un paisaje - 1993




No le reprocho a la primavera
que llegue de nuevo.
No me quejo de que cumpla
como todos los años
con sus obligaciones.

Comprendo que mi tristeza
no frenará la hierba.
Si los tallos vacilan
será sólo por el viento.

No me causa dolor
que los sotos de alisos
recuperen su murmullo.

Me doy por enterada
de que, como si vivieras,
la orilla de cierto lago
es tan bella como era.

No le guardo rencor
a la vista por la vista
de una bahía deslumbrante.

Puedo incluso imaginarme
que otros, no nosotros,
estén sentados ahora mismo
sobre el abedul derribado.

Respeto su derecho
a reír, a susurrar
y a quedarse felices en silencio.

Supongo incluso
que los une el amor
y que él la abraza a ella
con brazos llenos de vida.

Algo nuevo, como un trino,
comienza a gorgotear entre los juncos.
Sinceramente les deseo
que lo escuchen.

No exijo ningún cambio
de las olas a la orilla,
ligeras o perezosas,
pero nunca obedientes.
Nada le pido
a las aguas junto al bosque,
a veces esmeralda,
a veces zafiro,
a veces negras.

Una cosa no acepto.
Volver a ese lugar.
Renuncio al privilegio
de la presencia.

Te he sobrevivido suficiente
como para recordar desde lejos.


Wislawa Szymborska




miércoles, 17 de febrero de 2016

Buenas noches



Una canción especial, y una letra aún más, por Nina Simone:

Escúchalo en Spotify


I Am Blessed

I who never had much I now have a treasure
A love too great to measure
I am blessed with happiness
And I'm done with loneliness

I who walked all alone
Not really knowing
Till now just where I was going
I am blessed because this day
You came show me the way

Till now I was like a grain of sand
Lost on a lonely beach
Yes till now I could never understand
That this was within my reach

I who cried to the moon see only sunshine
Because darling you're mine
I am blessed with wealth untold
A love worth more than gold

Bennie Benjamin / Sol Marcus
© Warner/Chappell Music, Inc, Universal Music Publishing Group





Y además, un poema de Alexandr  Pushkin:

Ya vague por las calles bulliciosas...































Ya vague por las calles bulliciosas,
ya penetre en el templo populoso,
ya me rodeen alocados jóvenes,
en mis ensueños sigo estando absorto.

Me digo: pasarán raudos los años
y por muchos que aquí nos encontremos,
todos iremos a la eterna fosa
y para alguno ya llegó su tiempo.

Cuando contemplo el roble solitario,
este patriarca de los bosques -pienso-
sobrevivió al cruel siglo de mis padres
y sobrevivirá a este siglo nuestro.

Cuando acaricio a una tierna criatura
pienso que es hora ya de despedirme:
te cedo el puesto, florecer te toca,
y para mí ya es hora de pudrirme.

Cada día que pasa, cada hora,
me he acostumbrado a ejercitar la mente,
e intento adivinar cuál de entre ellos
será el aniversario de mi muerte.

Y ¿dónde me enviará la muerte el Hado?
¿En la guerra, en la mar, como viajero?
¿O si acaso será, el valle vecino
el que reciba mis helados restos?

Y aunque para mi cuerpo inanimado
dónde se descomponga igual le sea,
yo, más cercano a mi solar querido,
de ser posible, reposar quisiera.

Y que a la entrada misma de mi tumba
una juvenil vida jugar pueda,
y que Naturaleza indiferente
con su eterna hermosura resplandezca.


Alexandr Pushkin
Versión de Eduardo Alonso Duengo

sábado, 16 de enero de 2016

En aquel tiempo



Me despido de la noche, con este poema de Manuel Alcántara:




En aquel tiempo

Yo tuve el corazón capaz de lluvia.

Ocurría febrero con sus alas
y el tiempo digital nos puso juntas
las manos y los ojos y los cuerpos:
toda la tierra que el amor excusa.

Igual que el viento en las banderas altas
se comportó en nosotros esta música.

Me fui quedando acompañado y cierto,
entendido en los bosques de mi jungla,
leñador orgulloso de raíces
que no debieron nunca estar ocultas.

Lo de siempre se puso a ser distinto:
el mar entero cupo en una urna,
el hielo de los vasos provenía
de una lejana nieve, nuestra y única,
mis manos migratorias se quedaron
a vivir en tu tierra más profunda
y en mi boca, de siempre descontenta,
dimitían de pronto las preguntas.

Presenciadas por dos cambian las torres,
la muerte aplaza sus gestiones últimas
y estar vivo se agita y condecora.

Manuel Alcántara


lunes, 11 de enero de 2016

Pisos baratos









Publicado por el Ayuntamiento de Getafe en el libro de relatos
"Siete ciudades contadas... y un lugar de la Mancha",
los autores éramos los componentes del Taller
de Creación Literaria de Getafe Norte en 2015.






No es un pasatiempo, ni una manía cualquiera, buscar pisos forma parte de la vida de Germán. De camino al metro coge papelitos pegados a las farolas con números de teléfono, en el vagón hojea el periódico gratuito que alguien deja en el asiento, en el despacho bucea en los anuncios por palabras. Solo busca los más económicos, las gangas del mercado, invierte mucho tiempo para elegir lo mejor y filtrar lo que le interesa, es un especialista. 

Germán Palomares, ya tiene cumplidos los 55 años, funcionario del Ministerio de Justicia, soltero y sin hipotecas, único heredero de su corta familia, sin grandes ni pequeños vicios. Un buen hombre que siempre pasa desapercibido, compra pisos baratos que lava la cara, adecenta y después alquila.

Ya tiene tres pequeños apartamentos. Se ilusiona pensando que en poco tiempo vivirá de "las rentas". Ya no es un sueño, es el resultado de su constancia en la búsqueda de las gangas escondidas.

Hoy tiene una cita. En el "Segunda Mano" ha visto esta mañana, un par de pisos en una de las calles traseras de la Gran Vía. Edificios viejos y destartalados, que se dejan morir un poco cada día que pasa. Ha quedado a las 16.00h con el empleado de la Inmobiliaria. Sale del Ministerio con tiempo suficiente para dar una ojeada por la zona. Llega a la calle Desengaño, es una calle estrecha, sucia, gris, el sol se cuela con dificultad, desprende olor a orines viejos desde cada rincón, la fauna que deambula por las aceras unos le miran desafiantes, otras solo derrotadas.

Se para en el número 10 de la calle, el portal está sucio, a través de los cristales se deja ver un pequeño chiscón que en otro tiempo albergó probablemente la portería. El representante de la inmobiliaria aún no ha llegado, aún faltan diez minutos para la hora acordada. Sin cruzar la acera, busca el número 13, donde se sitúa el otro piso que también se anuncia. La finca parece un poco más moderna.

Ensimismado en sus comparaciones, vuelve a la realidad cuando siente unos golpecitos en su espalda, se gira y ve detrás de él a un hombre bajito, de aspecto pringoso, opaco. Viste un abrigo negro pardusco, regado de caspa vieja. Tiene una mirada torva, un cuerpo decadente y con un ademán nervioso restriega sus manos sin parar.

Olegario Giráldez, representante de la Inmobiliaria "Tu morada Ideal" le extiende su mano sudada y blanda que Germán no puede evitar y le corresponde con un breve y asqueado apretón.

El aspecto de este hombre le delata y anticipa que algo esconde. No es un empleado de la agencia, realmente es el dueño de un exiguo negocio que conoció tiempos mejores. Ahora pasan largos meses sin alquilar o vender ni una sola casa. Está asfixiado de deudas, repleto de vicios a los que no puede renunciar ni al juego ni a sus amigas de pago y no le queda un solo fiador en toda la ciudad.

Vuelve a fijar su mirada hosca en Germán, fuerza una sonrisa pegajosa y le bisbisea un "vamos… pase por favor" a la vez que empuja la puerta de hierro. Entran en el desvencijado portal. No hay muchas señales de vida vecinal, los cubos de la basura están vacíos pero inmundos, los buzones destartalados dejan asomar publicidad amarillenta.

El ascensor no funciona, deben subir por la escalera el apartamento esta en el cuarto piso, el cansancio asciende de piso en piso, los dos hombres ya no son jóvenes. No hay ningún felpudo con aspecto hogareño, los que quedan están viejos y rotos, la mayoría ya no están. Las puertas, el suelo, la barandilla están cubiertas de polvo. Germán observa detenidamente cada puerta, los descascarillados de las paredes, los hierros oxidados, las baldosas rotas, el edificio lleva tiempo inhabitado, son detalles importantes a la hora de negociar el precio.

El barrio está poblado de prostitutas, inmigrantes sin papeles, marginales, probables clientes de alquileres a corto plazo, suciedad garantizada. El pago por adelantado, si hay problemas, sabe anticiparse, conoce bien a este tipo de gente.

Giráldez, sigue los movimientos de Germán de reojo, todos sus gestos, donde clava su mirada, sabe que no será fácil vender la casa. Procura disimular su desazón.

Por fin acceden al cuarto piso, la vivienda en venta es la puerta “C” tiene un felpudo de caucho negro sucio y pardusco, prueba que no hace demasiado tiempo aun alguien entraba y salía a menudo del 4º C. El hombre viscoso mete la llave en la cerradura y la gira sin dificultad, la puerta se abre con un débil chirrido e invita a pasar a su posible cliente.

El apartamento está casi vacío unos pocos trastos viejos, en trance de embalaje o deshecho, para sacarlos de la vivienda. Un pequeño pasillo hace de distribuidor la cocina de unos 6 metros solo tiene un hornillo encima del viejo fogón de carbón y leña, una pila grande y un armario alacena colgado en la pared de enfrente. A la entrada de la cocina un habitáculo con un inodoro y un minúsculo lavabo, para tener una pequeña ducha habría que recurrir algún mago, encima de la pila hay una ventana con rejas que da a la escalera.

Al final del pasillo un saloncito de unos 10 metros poseedor de la única ventana que se asoma a la calle Desengaño. Al lado izquierdo se aloja la habitación principal con puerta pero sin ventana, a lo alto un respiradero forrado de alambrada que deja pasar un poco de aire desde la ventana del salón.

La puerta es hermética, en la habitación aun descansa un somier de muelles desvencijados y un par de mesillas a medio desmontar.

Después del breve vistazo Olegario Giraldez cierra con llave la habitación. El salón es casi luminoso se puede aislar cerrando la puerta del dormitorio y la del pasillo. La estancia está completamente vacía, ahí no han olvidado ni una maldita silla. El vendedor no ceja su verborrea escupiendo las virtudes del pisito que ni en sueños podrían tener lugar. Germán empieza a rechazar tanta ventaja y procura negociar a la baja el precio del inmueble, le recuerda que en frente hay otro piso en venta, que quiere verlo.

Olegario Giráldez cada vez más nervioso presiona, insiste en la situación céntrica, en las posibilidades de mejora del pequeño antro. Quiere desviar la atención sobre el piso del edificio de enfrente, no puede mostrarlo es impensable. No puede llevarle a esa casa. Deja de escuchar las preguntas del posible comprador, la insistencia, el empeño en bajar el precio, ve como pierde su última expectativa.

Empuja fuertemente a Germán y cierra la puerta del pequeño salón, presiona contra ella todos los trastos que encuentra a su paso. Es un acto a la desesperada, solo quiere conseguir dinero, tapar sus promesas incumplidas, sus pozos negros sin fondo. Ahora este desgraciado no quiere comprar, pero es cuestión de tiempo encerrado en esa habitación vacía, sin luz, sin agua, sin nadie que escuche sus gritos, para que decida ser el primer vecino de una comunidad fantasma, como en una pesadilla cada día le visitará hasta hacerle comprender.

Germán Palomares, grita, le amenaza pero es inútil, en unos minutos oye cómo se cierra la puerta de la calle. El golpe seco y un extraño eco rebota en la pequeña estancia y él siente un miedo frio que le invade completamente. Golpea la puerta, patea con todas sus fuerzas, no hay nada a su alrededor. Se va hacia la ventana está encajada, la madera se ha hinchado, le resulta imposible abrir.

Se asoma, la tarde cae, la luz es cada vez más débil, mira hacia el edificio de enfrente y choca contra una silueta que sostiene algo y a la vez lo mueve, brilla débilmente. Observa y ve pegada al cristal de la ventana una mujer desesperada con el maquillaje descompuesto, los ojos ribeteados de rímel corrido, los labios descoloridos de carmín barato, el pelo seco y enredado, la ropa rasgada y en sus manos temblorosas sujeta una pizarra blanca:





- OLEGARIO SOY PROSTITUTA- NECESITO EL DINERO-


Germán, entiende que la mujer de enfrente forma parte de los personajes habituales del barrio, alguien a quien Giráldez ha despreciado y encerrado por no prestarle quizá sus favores, quizá por no pagar el alquiler. Siente todo su asco de golpe en una seca nausea al recordar el aspecto del personaje, su pegajosa cobardía. Recuerda que está solo en el edificio, de golpe toda la angustia, la soledad, el frio, la suciedad, el sinsentido de buscar pisos baratos, el hastío y la impotencia de una vida gris de funcionario resignado.


Yolanda Tejero