Micro relato
Aquel día, el Hombre Bala llegó tarde a la cita.
Siempre puntual, sin embargo ese domingo el cañón se quedó esperando con la mecha encendida.
La casualidad hizo que el Hombre Bala, se pasara por el supermercado del barrio. Vestido ya para su trabajo, compró lo imprescindible.
Cuando llegó a la caja, tenía aquel extraño personaje delante de él. Levantó la mirada hacia la cajera y se encontró aquellos enormes ojos con un SOS dibujado en sus pupilas. El Hombre Bala miró al tipo y vio cómo amenazaba a la muchacha con una navaja.
Con un movimiento ágil, se colocó el antifaz y con voz profunda le ordenó que soltara el arma.
La chica cayó en sus brazos. Desde entonces, no se separaron. El amor y los buenos alimentos engordaron el contorno del Hombre Bala que nunca volvió al cañón.
Pasó tiempo, unos arreglos en su disfraz, unos zapatones y una bola roja por nariz, bastaron para convertirle en un triste payaso.
Yolanda Tejero
No hay comentarios:
Publicar un comentario