sábado, 27 de octubre de 2018

Noche de oficina




Piso la moqueta verde con mis pequeños zapatos de salón que me aprietan vorazmente pero me dan una seguridad que no tengo, mis 18 años no me lo facilitan mucho. Voy embutida en ese vestido azul de inocente cuello blanco y ceñido varios pasos más allá de la leve insinuación. Me gusta apoyarme en el viejo archivador marrón cuando busco o guardo papeles. En silencio te reprocho tu indolencia. Desde aquí te contemplo, veo tu cabeza rodeada de esa nube perenne de gravedad, mientras estudias los documentos del nuevo proyecto. El teléfono en tu mesa suena estridente y con gesto educado me pides que conteste. Descuelgo y te miro con los ojos cargados de rímel y los labios saturados de rojo. No es el Sr.Hopper, sé que es la llamada que esperas, entonces niegas con el dedo y yo cumplo tu orden e invento una buena excusa para no pasarte. Hoy no ha telefoneado, hay días que lo hace varias veces. Siempre es muy simpático al otro lado del receptor.

Recojo los documentos que debo mecanografiar, me siento en la pequeña mesa y tecleo deprisa. Los revisas y me los devuelves con toda cortesía cuatro veces seguidas. Eres un jefe exigente y perfeccionista. El borrador deja huella en el papel. Me explicas los motivos de la importancia de una buena presentación. Llamas para que nos traigan café y descansamos unos minutos. Me regalas un cumplido por mi nuevo peinado y dices que me favorece mucho y resalta mis ojos. Hablamos de todo un poco, me cuentas el último estreno de Brodway, "Anything Goes" de Cole Porter. Pones tanto ímpetu, que casi oigo su piano y las voces de los actores. Con las últimas anécdotas y salidas de tono de los jefazos de la junta de ayer haces una comedia de humor inglés.

Te admiro más que esta mañana y seguro menos que al final de la noche, mientras tú me miras con afecto. Tal vez hoy me acompañes como otras tardes hasta la parada del bus. Ya se ha hecho muy tarde, puede que incluso me lleves a casa.


Terminamos el último donuts y continuamos la tarea. Es de noche y enciendes además la lámpara verde de tu mesa. Han pasado un par de horas y sigo tecleando. Se oye el ruido monótono de las teclas mezclándose ahora con unos pasos ya cercanos, alguien se asoma y toca levemente el cristal. Levantas la cabeza y tus ojos en un instante son un espejo fiel de sorpresa y deseo. Ya en pie vas hacia la puerta con los brazos abiertos, él pasa elegante con el sombrero en la mano y una sonrisa cómplice.


Os dais un masculino e intenso abrazo. No he dejado de contemplaros detrás del balcón de mi máquina de hierro. Os separáis y feliz me presentas al Sr. Hopper, sin disimular tu alegría, me dices que ya es muy tarde y que puedo marcharme. Termino la hoja que tengo a medias en el rodillo, recojo y salgo del edificio. Camino hasta la parada con mis pies doloridos, mis labios ya sin carmín y el rímel diluyéndose por mis mejillas.


Yolanda Tejero


Edward Hopper - "De noche en la oficina" (1940) 






sábado, 24 de marzo de 2018

Oferta




O que tenho para te dar? Uma gramática de sentimentos,
verbos sem o complemento de uma vida, os substantivos
mais pobres de um vocabulário íntimo -o amor, o desejo,
a ausência. Que frase construiremos com tão pouco?
A que léxico da paciência iremos roubar o que nos falta?

Então, ofereço-te uma outra casa. As paredes têm a
consistência do verso; o tecto, o peso de uma estrofe.
Abro-te as suas portas; e o sol entra pela janela de
uma sílaba, com o seu fogo vocálico, como se uma
palavra pudesse aquecer o frio que te envolve.

E pergunto-te: que outras palavras queres? A música
sonora de um ócio? O espesso manto com que o veludo
se escreve? O fundo luminoso do azul? Poderia dar-te
todas as palavras na caixa do poema; ou emprestar-te
o canto efémero em que se escondem do mundo.

Mas não é isso que me pedes. E a vida que pulsa
por entre advérbios e adjectivos esfuma-se depressa,
quando procuramos seguir a linha do verso. O que fica?,
perguntas-me. Um encontro no canto da memória. Risos,
lágrimas, o terno murmúrio da noite. Nada, e tudo.


Nuno Judice 

Leyenda en mi memoria






En el doble fondo de un cajón escondida
En el olvido de mi memoria brotaba 
Una lista con mis estrafalarias demandas
Para un amante que tal vez se asomó 
De una imagen desvaída le doy forma en sueños
Y en voz alta mientras duermo
Desgrano condiciones por acaso me escuchara
Por si la noche le empujara cerca de mi camino
Antes de llegar y cruzarnos las miradas
Ruego que traiga algunos deberes hechos:
Que plante algunas palmeras en la Luna
Que me traiga a la vuelta el Mar de la Tranquilidad
Que siembre mil luciérnagas en mis ojos
Que suelte mariposas suficientes para su estomago y el mío
Que plante abundante hiedra para que nos enrede con nudos flojos
Que no aprieten
Que no rompan alas
Que aprenda a desbrozarme el corazón y tenga un pecho mullido
Que sea la almohada de mi cabeza confundida
Que traiga música de pianos, trompetas, violines y saxos
Que tapen los ruidos estridentes
Que ahogue los ladridos de mi miedo
Que guarde  mi rostro en el hueco de la palma de su mano
Que sea el cuenco de mis lágrimas saladas
Que me desnude con ternura casi toda el alma solo con su mirada
Que avive los rescoldos de pasión cada día lentamente  y sin descanso
Que me abroche con viento fuerte, brisa suave y olas de  agua fresca
Que pueda amarme siempre en otras si no estoy yo
Que no patee en mis errores ni hurgue en mis heridas
Que abandone su escondite en el doble fondo del cajón de mi memoria


Yolanda Tejero