Hace un par de horas que corro sin rumbo y todo lo aprisa que me permiten estos tacones absurdos. Son ya las dos de la madrugada. La ciudad está ciega. Sólo algún relámpago alumbra las calles, de cuándo en cuando.
Esta noche la tormenta es débil. Los acumuladores solo retendrán en sus cofres oxidados el resto de la energía de los rayos caídos. Se agotan las reservas. La supervivencia es ardua.
La gran nube sigue cubriendo el cielo. Siempre está ahí, oscurece el mundo desde el 16 de mayo del 3025. Fue el día de la gran explosión, lo guardo en mi memoria, aunque yo no existiera aun. Ese cumulo teñido de gris, impide que asome el Sol por el día, que iluminen las estrellas por la noche, como en un otoño eterno.
Estoy acercándome al Ascensor de Santa Justa, solo queda la estructura de hierro, no funciona. Sigo tropezando con escombros, restos de coches. La niebla lo empapa todo. Resbalo en los adoquines oleosos y brillantes. Quiero llegar a la desembocadura del Tajo, adivinar el mar. Sentarme en los escalones cerca de la Plaza del Comercio y seguir huyendo.
El científico Negro siente su ciudad, Lisboa su destrucción, como la muerte del amor único. Se quedó huérfano, cuando todo explotó. Ya no tiene su lugar en el mundo, su hogar está devastado. Solo le quedan los recuerdos. Él, me los transmite día y noche para que los almacene en mi memoria. En ella guardo, calles, iglesias, bares, tiendas, el mar, el Río, los puentes, las plazas, los tranvías, los jardines, los olores… Puedo reconstruirla piedra a piedra.
Sì, estoy huyendo de él, de su guarida en un caserón del Chiado. Él, un ser brillante, admirado y respetado por la élite científica mundial y ahora dedicado a inventar elementos básicos para sobrevivir a la debacle, de la soledad, del hambre, la enfermedad y la desolación.
Yo soy su invento más preciado, soy un Hada Sintética. Allí en su exiguo laboratorio me creó. Reunió restos de chips, memorias perdidas, cables, silicona, cristales. Logró conjugar la electricidad, el plástico fino, el polvo de huesos, algunas vísceras liofilizadas, algún retal para vestirme.
Con todo esto resulté ser un buen reflejo femenino. Unas largas piernas, unas manos suaves para la caricia, una piel casi humana, un cuerpo pensado para el abrazo, unos oídos receptores, unos ojos atentos, un cerebro con muchos gigas.
Soy un ser paliativo, ideada para consuelo de los humanos supervivientes de la hecatombe, seres amputados, solitarios con recuerdos o amnésicos, sobrados de sufrimiento.
Vivo con el Científico Negro y guardo sus pensamientos, sus recuerdos, a veces sus malos modos, otras sus largos silencios.
Dice que fui creada para sustituir a los Angeles que abandonaron el mundo después del desastre. Pero solo soy moneda de cambio para conseguir su alimento, o su ropa o su material de inventor loco, por conceder algún deseo de Hada Sintética a los humanos grises que se acercan a su guarida. Son muchos seres perdidos, solo para mí. Ya está recopilando material para crear más Hadas.
Me hablan de sus vidas, de sus perdidas, de sus amores, de sus hijos, de sus padres, de sus pueblos, me cantan viejas canciones. De todo eso que ya no tienen. El dolor que escapa de sus palabras y de sus corazones, se instala en algún rincón de mi cerebro artificial. A veces colmo su deseo, y sigo recolectando sentimientos que no soy capaz de reproducir.
Cuando estoy sola, recupero los recuerdos ajenos y vuelo a los lugares soñados. Ellos los llaman "Paraísos Perdidos". Yo aun no sé como llamarlos.
Estoy andando por la casa y sin querer piso un pobre gusano. Quedan muy pocos seres vivos. El pobre bicho se retuerce mientras se sigue arrastrando.
Siento un temblor intenso, muy raro. Tengo una extraña sensación en la zona del pecho. Parece que mis vísceras liofilizadas se esponjan y se retraen. Por la nariz se me escapa un hilo de aire cálido, ellos lo llaman respiración.
El gusano sufre. Ya no se arrastra por el suelo sucio. Yo no puedo hacer nada por él. Lo guardo en mi bolsillo.
Mi visión es borrosa, siento una humedad extraña en la zona de mis mejillas. Me miro al espejo, hay dos gotas de agua que se escapan de mis ojos. Mi amplia memoria les pone nombre: "lágrimas". Sigo temblando, no puedo controlar mi cuerpo. Se escapan unos sonidos extraños, estoy llorando.
Miro la habitación donde duermo, la sala donde el científico trabaja. Me ahogo y solo pienso en escapar de la guarida.¿ Es raro? ¿Es bueno? ¿Es malo? No sé… ¿Despierto de un sueño? Visito mi memoria buscando palabras para definir estas sensaciones. Me asfixio. No encuentro el nombre exacto, de lo que necesito. Me dejo llevar.
Abandono al científico Negro. Voy hacia la desembocadura del Río. Intento buscar la salida al Atlántico sueño con cruzar y llegar al bosque de Arrayanes. De todos las imágenes de lugares ajenos es el que mas me acerca a la paz. Ver las sombras que los rayos del sol dibujan entre los arboles, sentir su calor, estremecerme con el frío de la noche.
Con esta esperanza, acelero un poco más el paso. Oigo los latidos rápidos y rítmicos de mi víscera principal, pienso en un nombre de mujer para mí, …ya no soy un Hada Sintética.
Yolanda Tejero
No hay comentarios:
Publicar un comentario